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Décadas de programas nacionales contra el suicidio no han frenado estas muertes
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Si tú o alguien que conoces pudiera estar pasando por una crisis de salud mental, comunícate con la línea directa de suicidio y crisis 988, marcando o enviando un mensaje de texto al “988”.
Cuando el hermano menor de Pooja Mehta, Raj, murió por suicidio a los 19 años en marzo de 2020, ella se sintió “inesperadamente sorprendida”.
El último mensaje de texto de Raj fue para su compañero de laboratorio en la universidad sobre cómo organizar las preguntas de una tarea.
“No dices que vas a tomar las preguntas del 1 al 15 si planeas estar muerto una hora después”, dijo Mehta, de 29 años, defensora de salud mental y prevención del suicidio en Arlington, Virginia. Había recibido capacitación en Primeros Auxilios de Salud Mental, un programa nacional que enseña cómo identificar, comprender y responder a las señales de enfermedad mental. Sin embargo, dijo que su hermano no mostró signos de problemas.
Mehta dijo que algunas personas la culparon por la muerte de Raj porque los dos vivían juntos durante la pandemia de covid-19, mientras Raj tomaba clases por internet. Otros dijeron que su capacitación debería haberla ayudado a reconocer que su hermano estaba en crisis.
Pero Mehta dijo que “actuamos como si supiéramos todo lo que hay que saber sobre la prevención del suicidio. Hemos hecho un buen trabajo desarrollando soluciones para parte del problema, pero realmente no sabemos lo suficiente”.
La muerte de Raj ocurrió en medio de décadas de intentos fallidos para reducir las tasas de suicidio a nivel nacional.
Durante los últimos 20 años, funcionarios federales han lanzado tres estrategias nacionales de prevención del suicidio, incluida una anunciada en abril.
La primera estrategia, de 2001, se centró en abordar los factores de riesgo del suicidio y se basó en algunas intervenciones comunes.
La siguiente, pidió desarrollar e implementar protocolos estandarizados para identificar y tratar a personas en riesgo de suicidio, con seguimiento y el apoyo necesario para continuar el tratamiento.
La iniciativa más reciente se basa en las anteriores e incluye un plan de acción federal que llama a implementar 200 medidas durante los próximos tres años, incluidas priorizar a las poblaciones desproporcionadamente afectadas por el suicidio, como los jóvenes negros, los nativos americanos y de Alaska.
A pesar de estas estrategias en evolución, desde 2001 hasta 2021, las tasas de suicidio aumentaron la mayoría de los años, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). Los datos provisionales de 2022, los más recientes disponibles, muestran que las muertes por suicidio aumentaron un 3% adicional con respecto al año anterior.
Funcionarios de los CDC proyectan que el número final de suicidios en 2022 será aún mayor.
En las últimas dos décadas, las tasas de suicidio en estados rurales como Alaska, Montana, Dakota del Norte y Wyoming han sido aproximadamente el doble que en áreas urbanas, según los CDC.
A pesar de esas cifras persistentemente desalentadoras, expertos en salud mental sostienen que las estrategias nacionales no son el problema. En cambio, argumentan que las políticas, por muchas razones, simplemente no se están financiando, adoptando y poniendo en marcha.
Esa lenta adopción se vio agravada por la pandemia de covid-19, que tuvo un amplio y negativo impacto en la salud mental.
Un grupo de expertos nacionales y funcionarios gubernamentales coincide en que las estrategias simplemente no han sido adoptadas de manera generalizada, y dijeron que incluso el seguimiento básico de las muertes por suicidio no es universal.
Los datos de vigilancia se utilizan comúnmente para impulsar la mejora de la calidad de la atención médica y han sido útiles para abordar el cáncer y las enfermedades cardíacas. Sin embargo, no se han utilizado en el estudio de problemas de salud conductual como el suicidio, dijo Michael Schoenbaum, asesor principal de servicios de salud mental, epidemiología y economía en el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH).
“Pensamos en tratar los problemas de salud conductual de manera diferente a como pensamos en los problemas de salud física”, dijo Schoenbaum.
Sin estadísticas precisas, los investigadores no pueden averiguar quién muere con mayor frecuencia por suicidio, qué estrategias de prevención están funcionando y dónde se necesita más dinero para la prevención.
Muchos estados y territorios no permiten que los registros médicos se vinculen a los certificados de defunción, dijo Schoenbaum, pero el NIMH está colaborando con otras organizaciones para documentar estos datos por primera vez en un informe público y una base de datos que se publicarán antes de fin de año.
Además, las estrategias enfrentan obstáculos en el hecho de que la financiación federal y local sube y baja, y algunos esfuerzos de prevención del suicidio no funcionan en ciertos estados y localidades debido a la geografía desafiante, dijo Jane Pearson, asesora especial de investigación sobre suicidio para el director del NIMH.
Wyoming, donde unos cientos de miles de residentes viven dispersos en un paisaje extenso y desigual, consistentemente se ubica entre los estados con las tasas más altas de suicidio.
Los funcionarios estatales han trabajado durante muchos años para abordar el problema del suicidio en el estado, dijo Kim Deti, portavoz del Departamento de Salud de Wyoming.
Pero desplegar servicios, como unidades móviles de crisis, un elemento central de la estrategia nacional más reciente, es difícil en un estado grande y escasamente poblado.
“El trabajo no se detiene, pero algunas estrategias que tienen sentido en algunas áreas geográficas del país pueden no tenerlo en un estado con nuestras características”, dijo.
La falta de implementación no es solo un problema de los gobiernos estatales y locales. A pesar de la evidencia de que examinar a los pacientes en busca de pensamientos suicidas durante las visitas médicas ayuda a evitar catástrofes, no se obliga a los profesionales de la salud a hacerlo.
Muchos médicos dicen que hacer las preguntas sobre el suicidio es desalentador porque tienen poco tiempo, una formación insuficiente y no se sienten cómodos hablando de suicidio, dijo Janet Lee, especialista en medicina adolescente y profesora asociada de pediatría en la Escuela de Medicina Lewis Katz de la Universidad Temple.
“Creo que es realmente aterrador y sorprendente pensar que si algo es una cuestión de vida o muerte, alguien no pueda preguntar sobre ello”, dijo.
El uso de otras medidas también ha sido inconsistente. Los servicios de intervención de crisis son fundamentales para las estrategias nacionales, pero muchos estados no han construido sistemas estandarizados.
Además de ser fragmentados, los sistemas de crisis, como las unidades móviles de crisis, pueden variar de un estado a otro y de un condado a otro. Algunas unidades móviles de crisis utilizan telemedicina, algunas operan las 24 horas del día y otras de 9 a 5, y algunas recurren a la policía local en lugar de buscar a trabajadores de salud mental.
Y la incipiente línea 988 de prevención del suicidio y crisis también enfrenta problemas graves.
Solo el 23% de los estadounidenses están familiarizados con el 988 y hay una brecha significativa de conocimiento sobre las situaciones en las que las personas deberían llamar al 988, según una encuesta reciente realizada por Ipsos y la Alianza Nacional sobre Afecciones Mentales.
La mayoría de los estados, territorios y naciones indígenas aún no han financiado de manera permanente al 988, que se lanzó a nivel nacional en julio de 2022 y ha recibido alrededor de $1,500 millones en fondos federales, según la Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias (SAMHSA).
Anita Everett, directora del Centro de Servicios de Salud Mental de SAMHSA, dijo que su agencia está realizando una campaña de concientización para promover el sistema.
Algunos estados, como Colorado, están tomando otras medidas.
Allí, funcionarios estatales lanzaron incentivos financieros para implementar esfuerzos de prevención del suicidio, entre otras medidas de seguridad para los pacientes, a través del Programa Estatal de Pago por Incentivos de Calidad Hospitalaria.
El programa otorga alrededor de $150 millones al año a los hospitales por su buen desempeño. En el último año, 66 hospitales mejoraron su atención a los pacientes que tuvieron conductas suicidas, según Lena Heilmann, directora de la Oficina de Prevención del Suicidio del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de Colorado.
Los expertos esperan que otros estados sigan el ejemplo de Colorado.
Y a pesar del lento avance, Mehta ve puntos positivos en la última estrategia y plan de acción.
Aunque es demasiado tarde para salvar a Raj, “abordar los factores sociales que impulsan la salud mental y el suicidio e invertir en espacios para que las personas busquen ayuda mucho antes de una crisis me da esperanza”, dijo Mehta.
El reportaje de Cheryl Platzman Weinstock cuenta con el apoyo de una beca del National Institute for Health Care Management Foundation.